Todos los años la misma historia. Recordar a los que ya no están y llorar por ellos.
Muestra acaba del más puto egoísmo. Las lágrimas que caen en el champan no son otra cosa que la destilación de sus propios fracasos, disimulados en la sensiblería barata que proponen las fiestas navideñas.
Me tienen podrido. Esta será la última vez que acuda a sus sesiones de espiritismo.
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