HOLA AMIG@

Amigo de las letras y de los sones que ellas encierran, agradezco tu presencia en esta sinfonía de palabras, que sólo enmudecen para escuchar tu silencio. El precioso silencio de quien disfruta de la lectura. Te dejo mis versos y mis cuentos, para que vayas despacio, hacia tu propio encuentro.

lunes, 28 de febrero de 2011

Reconociéndote (Homenaje a la mujer en su día)

 

(Imágen de Internet)

Cuando recupero los ecos
de todos mis gritos,
descubro en la oscuridad de la noche
con mi mano buscando a tientas,
que tu mano desde siempre estuvo lista
para asirme y rescatarme de mis miedos.
Y en ellas reconozco, mujer, que eres mi madre.

Cuando divago en el espacio
de las horas calladas,
buscando mi sangre en el torrente de la vida
y te descubro navegando bajo los mismos soles en que mi velero se agita,
te reconozco hermana, pedazo de mi misma esencia
nutriendo los recuerdos de la infancia.

Cuando se encendieron las hogueras
perturbadoras de mitos
y busqué en el Olimpo de mis sueños a mi propia diosa,
descubrí que en el altar mayor de todos los templos
estaba mi otra parte esperando mi regreso.
Y ahí, mujer, te descubrí novia
llenando tú de azahares a todas las fragancias.

Al presentarle batalla a la vida en todos sus frentes
y reconocer en el fragor de la contienda
que solo nunca hubiera podido
torcer el destino de lucha tan despareja,
apareció estoica tu figura enarbolando la bandera de la victoria
y calzando en mi frente la diadema del triunfo,
cuando en tus garras estaba la hazaña.
Ahí supe, mujer, el valor de una esposa.

Cuando la luna callada bajó en alas de plata
a la sublime quietud de las entrañas,
para dejar las mieles aterciopeladas
de la maternal causa,
fue la vida misma que en un sublime beso
de canción de cuna  y clavel,
te puso mujer en el rol de hija.

Cuando los espacios azules se llenaron de cielo,
y descubrí que en tus ojos estaba
el fulgor de las estrellas iluminándome el camino,
reconocí que en ti, mujer, tenía una amiga,
y en el cofre de tu alma adornado de brillos
deposité con confianza todos mis temores.

Cuando parado en el silencio atónito
de mis vacios existenciales elevo mis ojos al cielo,
buscando las respuestas que por sí solo no encuentro,
y descubro el rostro de una mujer, virginal  e inmaculada,
que enjuga con amor infinito todas mis lágrimas,
descubro a Dios mismo sanando mis llagas.

Es que tú, mujer, resumes en la pequeñez de la carne
la inteligencia divina,
que supo interpretar a tiempo que sin ti, el mundo sería vano.
Entonces, ¡Gracias Mujer! Por encarnar en ese corazón generoso
todas las verdades y todas las revelaciones,
y derramar en ardorosa esperanza,
el amor que emana de Dios, descubriendo el rostro de todos sus amores..


Eduardo Albarracín

viernes, 25 de febrero de 2011

Pretensiones

Pedazos de sol atascados
en el laberinto crepuscular del otoño,
disparan sonetos en fuga
musicalizando la agonía de la tarde.

Con suave voz de diminuta armonía
eleva el angel su letánico villancico,
mientras, plañideras y dolientes,
titilan a los lejos las estrellas.

Canción de cuna para el cansado labriego
que duerme sus horas como una lenta agonía.
Pide pan al surco de la tierra
y agua fresca al manso arroyuelo.

Esas son todas sus pretensiones.

Eduardo Albarracín

Sin prisa

 (Imágen de Internet)

Camino sin prisa,
la tarde ya no tiene posibilidades.
La frescura de su piel de luna
se ha vuelto hozca y sus lágrimas,
empañan los versos de un viejo poema olvidado.
La historia es así,
se ufana de triunfos pasajeros
y obnubila el amanecer de los descarriados,

mas cuando la sensatez hurga sus aristas oscuras,
la derrota cobra el dolor de los holocaustos.
Por eso camino sin prisa,
ya no hay viento soplando en el campo de batalla
ni desplegadas las banderas de la causa.
Es tarde y mañana, quien sabe,
si el reposo del guerrero no serán tus brazos.
Eduardo Albarracín

martes, 22 de febrero de 2011

Apocalipsis


  (Imágen de Internet)
Noche de plenilunio. Un resplandor azul se difusa en la profundidad del cielo, y una angustia de muerte se me instala en el pecho.
De pronto me veo girando en frenética rueda, y que son cuatro los círculos que aprisionan mi esencia. Cuatro círculos entramados entre ellos que giran en todas las direcciones sin detenerse. Y llenos de ojos me veo.
En el eje que soporta las ruedas, reposa mi corazón cubierto a su vez por el cerebro, y unas manos que no son las mías, veo que los sostienen.
Luego descubro que un cubo gigante, lleno de pequeños cubos, como píxeles, me rodea, y que a la vez me miran con penetrante mirada; y me asfixian y me reducen a cosa  endeble.
Ahora oigo un rumor como de río y una canción que llega lejana, y son sus sonidos como lamentos que completan el cuadro de mi pena.
Quiero escapar pero no puedo, hasta que los cubos pequeños empiezan a disparar dardos de fuego que parecen hendirse en mi cuerpo, cuerpo que yo no distingo, pero lo siento. Y un coro de voces, al unísono, gritan mi nombre y frases desconocidas lo complementan.
Ahí supe que los cubos pequeños, que entre todos forman el cubo más grande, son en realidad todos los poemas escritos desde la diáspora hasta los confines del universo. Y en cada verso estoy yo encarnando sus letras.
Un temblor sacude toda la tierra donde estoy parado, y miles de partículas cósmicas me bombardean y me empujan hacia un agujero negro; pero no caigo en él, sino que quedo parado al borde.
Ahora me veo hombre vacío de sentimientos, enamorado escalando las rejas, saeta de mortal veneno, gladiador en retirada, playa de blanca arena, luna y canción adheridas al beso, misterio y agonía, dolor y silencio. Piedra arrojada al mar bravío, gota de lluvia en los océanos, paloma herida de sangrante pecho y espuma de coral y cielo.
Todo eso soy yo en cada poema, y se multiplican por millares los roles que tengo desde que fui creado; pero nada me estremeció más que saberme cruz de resecos leños, clavo oxidado penetrando los huesos y lanza clavada en el costado abierto.
No sé en qué momento, me transformé en carro de fuego y sentí que el ardor de la flama me elevaba por el aire, rodeado de relámpagos y de truenos. Cuando atravesé las nubes, ya me sentía liberado; y descubrí que era de nuevo hombre de carne y hueso.
Cuando creía que al fin escapaba de ese infernal tormento, me encontré con el verbo que, extendido, ocupaba todo el largo y el ancho del firmamento. Con voz potente me dijo: ¡Vuelve! y escribe todo lo que has visto y oído.
Y descendí con premura a obedecer la sentencia de ser un simple testigo. No fui nombrado ni discípulo, ni exegeta, ni siquiera profeta; sólo testigo.
Al llegar al suelo, descubrí que el cubo ya no estaba. En su lugar, corría un río de tinta que socavaba nuevos cauces en la tierra yerma y que me impedía cruzar a la otra orilla donde estaban los libros, con sus páginas en blanco para que yo escribiera en ellos. Su blancura reflejaba el amarillo pálido de luna que seguía alzándose en el cielo.
Luché con denuedo hasta que conseguí alcanzarlos, justo en el momento en que la tinta empezaba a tocar el borde de sus páginas. Eran libros muy pesados, pero logré ponerlos a salvo. Luego de esto, caí rendido, exhausto, y me quedé dormido…

…Ojala mañana, cuando despierte, sea un poeta.
Eduardo Albarracín

domingo, 20 de febrero de 2011

Sueño lúcido



Al despertar, se sintió angustiada. Tenía un fuerte dolor en el pecho y sus pies y sus manos bañadas en una  transpiración helada. Había tenido una pesadilla horrible.
Siempre en sus pesadillas, que solían ser frecuentes,  se sentía perseguida aunque al final terminaba escapando; pero esta vez  la situación le  había resultado por demás dramática y extenuante.
Se soñó envuelta en un atraco y toda su familia había sido masacrada y su casa vaciada por completo.
-“Quizás sea de tanto mirar la tele -se dijo- , y alargó el pensamiento: “en este país nos estamos acostumbrando a vivir de luto.
-“Una ducha fría me quitará las tensiones -pensó-, y se levantó sin encender las luces para no despertar a los chicos.
Entró al cuarto de baño y al correr la cortina de la ducha, el monstruo del sueño saltó sobre ella  y le clavó el puñal en el pecho.
Lo demás, ya es historia conocida.
Eduardo Albarracín

Murallas




Quiebra el cielo sus diamantes
y rompe el caos su orden
pero dentro mío sólo sombras
y dentro tuyo sólo miedo
amurallando las fronteras.

Recuerdos (a mi madre)

  (imagen de internet)

Cuando en noches insomnes
vago mis caminos
deshilachando memorias de niño,
y en ellas encuentro tus ojos
penetrando los míos,
como alondras de luz
jugueteando en el viento,
redescubro mis rumbos
cruzando laberintos
por las puertas estrechas
del pensamiento.
Y una sutil trama de alborada y rocío
envuelve nuestro encuentro,
para traer a los sentidos
los aromas aquellos,
de cedrones y poleo,
transportándonos en el timpo.
A los sitios queridos,
tan tuyos, tan míos, tan nuestros.
Y me vienen en cascadas
los murmullos del arroyo
y poblado de pájaros el cielo,
a los que imité un día,
cómo pájaro huerfano,
dejando el páramo del nido vacío,
para volar en sombras
en busca de un destino incierto.
En esas noches, digo,
vuelvo en retazos de memoria
como un pájaro herido
a la memoria de tu regazo,
... y vuelvo a ser niño.

jueves, 17 de febrero de 2011

La Celebración


Celebraban a San Antonio de Padua en el humilde Rancho de la Zenobia.
La paisanada fue llegando de distintos lugares desde horas muy tempranas. Los que venían de más lejos, tenían el privilegio de comer y tomar algo hasta la hora de las oraciones. Los juegos populares se sucedían uno tras otro como para arrimar algunos pesos a la economía de la familia anfitriona: Rifas a la taba, juegos de cartas y hasta alguna cuadrera improvisada. Las mujeres, más devotas y recatadas, jugaban a la payana o al botón botón por alguna prenda.
A la nochecita, ya con la asistencia de las lámparas, ser rezaba la alabanza final y se despedía al santo hasta el próximo año. Las ristras de cohetes iluminaban la noche como relámpagos que cruzaban de un lado a otro del patio de tierra y los “vivas” estremecían los espíritus en la espera del cumplimiento de lo pedido.
Estaban en las vísperas, cuando la pequeña imagen empezó a dar saltitos cortos dentro de la urna. Los ojos quedaron fijos y el volumen de los rezos levantó los decibles, como esperando un desenlace que nadie ni siquiera intuía.  Cuando la imagen giró por completo y les dio la espalda, todos se santiguaron y cambiaron las alabanzas por pedidos de perdón, ya que todo hacía suponer que el santo no estaba a gusto con sus fieles. Los ¡Ave María purísima! Eran claras resonancias del espíritu comunitario que había empezado a tornarse en miedo.
Cuando ya el alarde era evidente, un paisano cuya devoción estaba más orientada al vino que al santo, entró decidido y levantó la imagen con intenciones de tirarla al suelo. Al levantarla, sin reverencia alguna y hacer el amague de arrojarla, salió disparando una rata que tenía su nido debajo del santo.

miércoles, 16 de febrero de 2011

A veces...


Soy  luz y sendero
en la lánguida melancolía de los inhabitados;
otras, sombra que se desvanece
en la cúspide de las tardes
ahondando el gris del cielo.
A veces…
Soy  puñal penetrando las carnes
Y otras, bálsamo espartano
que se gloría en las victorias.
En fín…
Soy luz y sombra,
vacío y contenido de la historia;
hombre de carne y hueso
con el escapulario de las miserias
adornándome el pecho.
Eduardo Albarracín
                                                            (Imágen de Internet)


Amor Eterno


         Diminuto, vencido por el peso de la historia, el viejo Absalón camina la larga calleja de los pinos. Lo envuelve una niebla, húmeda y pegajosa, que agiganta sus recuerdos de torcidas memorias.
         Era de noche y como en toda noche, los silencios abruman  los sentidos; el olor a flores secas, de jazmines y orquídeas volteadas por el viento, se resquebrajaba bajo sus pies torpes y cansinos. Un gutural coro de lechuzas lo sigue hasta la tumba de la mujer amada; la que se fue sin haberse ido.
         Absalón conversa con ella largas tertulias de amantes furtivos. Suave, sigilosamente tierno, levanta con sus manos temblorosas la blanca calavera, y estampa en la ósea frente el más sentido de los besos; acaricia la calva y le apoya la mejilla, mientras de entre los restos de  mortaja, las huesudas manos entrelazadas se dejan ver como un manso signo de aprobación y entrega. Es otra manera de hacer el amor. No hay dudas para ellos.
         Absalón y Zenaida son lo que siempre han sido: amantes a escondidas. Cuando la noche se convierte en alba y la niebla en retirada devuelve la claridad a los espacios, Absalón baja la tapa del lustroso cofre y se despide con un…
         –Hasta mañana. -El quejido herrumbroso de las bisagras le contesta; y el se imagina un adiós a regañadientes.
         “–No te preocupes -le dice-,  mañana volveremos a vernos.
         Y regresa a su tumba, revuelta y maloliente, en el otro extremo de la larga calleja de los pinos.

lunes, 14 de febrero de 2011

Detalle

  (Paisaje Sierras de El Alto - Catamarca - Foto propia)
 
En el principio no la conformaba el jardín y renegaba de la posición de las plantas. Quizás sea por ese rasgo intrínseco que Dios creó primero al hombre y después a ella, cuando ya todo estuvo hecho.
Sin embargo fue ella la que eligió el bosque para que yo poseyera todo el aroma de su flor en celo.
Gracias Señor  ¡Qué detalle!
Eduardo Albarracín

viernes, 11 de febrero de 2011

Elexir


Para beberlo de tu fuente
busqué los cántaros de la vieja arcilla.

Tímidamente metí mis manos
por el ombligo abierto de tu falda,
y a puro tacto fui desandando las sendas
de tus caminos olvidados.

Para abrir una luz en esa selva penumbrosa
de tus viejas soledades.

Y cuando percibí que el silencio
perturbador de tu pecho,
se volvía agitado murmullo de ríos sin cauce,
ahogué el grito de nuestras bocas abiertas
en el momento justo del desborde.

Y ya libres bebimos entre sollozos
la dulce poción de nuestros vasos de barro.