Lo vieron de lejos y se entusiamaron. No podían estar tan equivocados al esperar que alguien los escuchara.
Plañideros sus lamentos y algarabicos sus himnos a algún lugar tenían que llegar. Mansos y extasiados, vieron llegar a los poetas, que traín sus bodegas repletas de poemas encendidos en los pétalos de todas las flores, incluso de aquellas que no concían.
-Le daremos todo el oro -se dijeron- con tal que nos regalen sus versos, sus canciones y de sus labios, lo mejor de sus sonrisas.Ellos serán dioses y nosotros, desnudos y serviles, sus lazarillos.
Y descendieron los poetas, espada en mano acechando los cuellos y del destello de sus ojos avaros, brotaba la llama de la codicia.
-No traemos flores -dijeron- y sus palabras en desconocido dialecto, sonó a amenaza y tocaron a silencio.
-Aquí comienza una nueva era -(después supimos que dijeron)- y el mar se tiñó de rojo y también rojas se volvieron las piedras.
No todo lo que brilla es oro, nos enseñaron y es cierto. Por algo debe ser que nos dejaron los espejos.
Eduardo Albarracín