HOLA AMIG@

Amigo de las letras y de los sones que ellas encierran, agradezco tu presencia en esta sinfonía de palabras, que sólo enmudecen para escuchar tu silencio. El precioso silencio de quien disfruta de la lectura. Te dejo mis versos y mis cuentos, para que vayas despacio, hacia tu propio encuentro.

sábado, 22 de octubre de 2011

...Y esta lluvia tan lejana


…Y esta lluvia tan lejana
que perfora las alas
de los pájaros cansados.

Por dónde volarán tus aromas
enredados en el viento,
en esta tarde de golondrinas azules
revoloteando primaveras adentro.

Por dónde andarán tus cuchillos
hiriendo soledades,
en esta tarde de angustias y silencios
apretados en el pecho.

… Y esta lluvia tan lejana
atravesando las melodías
que ayer bailábamos juntos. 

Eduardo Albarracín

miércoles, 12 de octubre de 2011

Sin ti


Y ahora ¿qué?
la solitaria mudez
de la noche por llover
y un espejo sin luz frente a mí.

Y ahora ¿qué?
mis brazos apretados
inútilmente sin ti,
y una rara sensación
de barco por partir.

Y ahora ¿qué?
dejándome estar
en este hueco de soledad
sin terminar de partir,
sin nunca llegar.

Y ahora ¿qué?
sin sentido y sin razón
faltándome tú,
no hay nada detrás
de esta noche sin ti.

Eduardo Albarracín

martes, 11 de octubre de 2011

Herencia

Lo vieron de lejos y se entusiamaron. No podían estar tan equivocados al esperar que alguien los escuchara. 
Plañideros sus lamentos y algarabicos sus himnos a algún lugar tenían que llegar. Mansos y extasiados, vieron llegar a los poetas, que traín sus bodegas repletas de poemas encendidos en los pétalos de todas las flores, incluso de aquellas que no concían.
-Le daremos todo el oro -se dijeron- con tal que nos regalen sus versos, sus canciones y de sus labios, lo mejor de sus sonrisas.Ellos serán dioses y nosotros, desnudos y serviles, sus lazarillos.
Y descendieron los poetas, espada en mano acechando los cuellos y del destello de sus ojos avaros, brotaba la llama de la codicia.
-No traemos flores -dijeron- y sus palabras en desconocido dialecto, sonó a amenaza y tocaron a silencio.
-Aquí comienza una nueva era -(después supimos que dijeron)- y el mar se tiñó de rojo y también rojas se volvieron las piedras.

No todo lo que brilla es oro, nos enseñaron y es cierto. Por algo debe ser que nos dejaron los espejos.

Eduardo Albarracín

lunes, 10 de octubre de 2011

Dudas


El inquisidor hizo decapitar al apóstata por afirmar que Eva nunca existió. De todos modos, no es tan grave, pues el santo oficio preve el perdón si se confirma la sospecha de que el ánfora encontrada en el paraíso pertenecería a Pandora.

Eduardo Albarracín

domingo, 2 de octubre de 2011

El alcane de los sueños

Esa mañana, por el apuro impuesto por la rutina, el hombre salió de casa dejando olvidado el sueño sobre la almohada.
Cuando se dio cuenta de su descuido, quiso volver corriendo a recogerlo, pero ya era tarde.
Su sueño se había diluido en la incertidumbre de “si valdría la pena”.
Menos mal que yo andaba por ahí, soñándome; y así pude aprender que hay una sola forma de no olvidar los sueños y es soñándolos siempre, aún después de cumplidos, porque todo en la vida es perfectible.
Incluso la propia muerte.

Eduardo Albarracín

El Mendigo

El pórtico del templo luce su arte sacro. Las imágenes celestiales muestran sus figuras desgastadas por las innumerables “tomas de gracias” del maremágnum incesante, que traspone sus umbrales en busca de un pedacito de cielo que lo trasponga aunque sea por un instante.
Sentado en el piso, con su barba enmarañada y sucia, y las manos llagadas, estiradas suplicantes ante el gentío que pasa, el mendigo desangra su impotencia y bebe el trago amargo de la indiferencia de sus hermanos.
A la tarde, cada tarde, cuando el templo cierra sus puertas, él regresa manso a la cruz que se alza sobre la roca. Desde lo alto la visión del mundo es diferente.
Entonces vuelve a perdonarlos.

Eduardo Albarracín

Mi noche

La noche, mi noche,  se vistió de seda. Tenue y sutil su velo bajo las estrellas, dejaba ver su cuerpo desnudo de sensual penumbra.
Mis manos, como brisa deslizándose traviesas entre el encordado de un arpa melodiosa, acariciaban su silueta sinuosa y atrevida.
Cuando llegaron ansiosas a la cúspide de su vientre, hubo un destello de amaneceres que borraron el perfil de mi memoria.
Ahí comprendí que la noche se vuelve aurora sólo cuando el amor roza la locura.

Eduardo Albarracín