HOLA AMIG@

Amigo de las letras y de los sones que ellas encierran, agradezco tu presencia en esta sinfonía de palabras, que sólo enmudecen para escuchar tu silencio. El precioso silencio de quien disfruta de la lectura. Te dejo mis versos y mis cuentos, para que vayas despacio, hacia tu propio encuentro.

lunes, 30 de mayo de 2011

Confesion extrema


- Pequé Padre – dijo el penitente.
-¿De qué pecado te acusas hijo? – inquirió el sacerdote.
-Me ahorqué en el campanario del templo – repuso el hombre y desapareció de su vista.

Eduardo Albarracín

viernes, 27 de mayo de 2011

Viejo Amor

(Imágen tomada de la web)

Esta lluvia pegajosa que me obnubila
Y ese silencio atroz detrás de su caída,
me llenan el corazón de ansiedades
y lo rebozan de una loca melancolía.
¿Qué luna de marfil amanecida
ha quedado sin vernos en las madrugadas,
deambulando por las plazas
o bailar pegados bajo las pérgolas floridas
al ritmo, acaso único, de nuestros propios latidos?

Ninguna, viejo amor, ninguna.

Que lejos me queda el tiempo
y cuan cerca tu recuerdo.
Vuelve en esta noche a traerme,
envuelta en las ondas azules de la fría llovizna,
aquella luna embelesada y taciturna
tantas veces de tu boca bebida.

Vuelve, viejo amor, que se nos va la vida.
Eduardo Albarracín

domingo, 22 de mayo de 2011

Dame tiempo (Soneto)

Pintura Venezolana (tomada de la web)
Me perdí en la espesura de mis años jóvenes
buscando con ahínco tu perfume de guirnaldas,
y en el sólo recuerdo de las caricias sobre tus faldas
ya me queda el alma pletórica de ensoñaciones.

Qué tiempo aquel, tan propicio y elocuente,
en que la vida adquiere el color de las rosas,
que hoy nostálgico rescato en diminutas pócimas
para beberlo despacio como al agua de la fuente.

Ah! Juventud primorosa color de todas las rosas,
no me arrebates de la memoria los momentos
que sutiles me arroban en exquisitos perfumes,

Déjame que me embriague hasta que esfume
de todas las negras resacas sus tormentos,
y me cubra de nuevo el olvido con el acre de sus fosas.

Eduardo Albarracín

jueves, 19 de mayo de 2011

Cuando llegue el fin

Imagen tomada de la web
Cuando la oscuridad nos gane,
cuando ya no haya luz que brille
ni de lunas ni de estrellas albas.
Cuando ya no haya sones,
cuando el silencio nos absorba,
cuando  la palabra calle
y los ecos sean callejones de sombras.
Cuando el mar se agote,
cuando el prado se reseque en peladales
y ya no haya flores.
Cuando el arcoíris se cierre
y sus siete cromos se apaguen,
cuando ya no existan los pájaros
y sus alas se recuerden quebradas.
Cuando tus manos libres de culpas
acaricien las soledades
buscando una hendija por donde tocarme,
y tus lágrimas inútilmente derramadas
se evaporen en los roquedales,
habrás descubierto que te amaba,
pero ya será tarde.
Tus ojos se habrán cerrado y yo,
desde la distancia contemplándote.
Desde la lejana galaxia donde el polvo
de mis sueños haya condensado su morada.
Eduardo Albarracín

miércoles, 18 de mayo de 2011

Juegos peligrosos

Pintura Rusa extraída de internet
 - Jugar con la rueda y evitar perderla en sus giros era una aventura en nuestros tiempos, ¿verdad Jaime?
-Sí. Yo recuerdo lo inútil que era para ese juego. En cambio él era un campeón para eso.
-Miralo ahora. Lástima que la ruleta rusa tiene estas cosas.El que gana pierde.
Eduardo Albarracín

martes, 17 de mayo de 2011

Recelos


Perdidos en la cerrazón de la noche, el lobo y el cordero buscaban a tientas un refugio.Esa noche tuvieron que dormir acurrucados, uno contra el otro, en el helado túnel del tiempo.
Al otro día, muy temprano, ambos salieron corriendo; es que encontraron al niño metiendo la mano en el hueco de la serpiente.
Eduardo Albarracín

sábado, 14 de mayo de 2011

El refugio


Los ecos esperan, adormecidos y silentes, entre las enredaderas y los macetones cubiertos de musgos y de  tiempo. La casona, refugio de “los solos”, volverá a llenarse de voces el próximo viernes, apenas llegue la noche con su bagaje de historias.
         Entonces volverá a cobrar vida el barullo, entre las carcajadas glamorosas y los gestos de caballerosidad vetusta, con  la cortesía en pie de guerra entre el disimulo y la simplona costumbre de cachetear alguna nalga. Todo eso se vive en este particular grupo de hombres y mujeres que se sienten liberados, en manos de una “soltería” que llegó con los años, atravesando los umbrales del destino.
         Todos saben, sin embargo, que es simplemente un modo de disimular la herida oculta bajo el traje de la aceptación a regañadientes. No hay olvido que olvide todo, ni nueva vida posible que trajine derroteros desconocidos. Todo está escrito, aún en las propias paredes del refugio que los impulsa a evadirse por unas horas, ahogando en las bocanadas de humo el peso de sus propias leyendas.
         Llegó el día esperado. Los tragos, la gastada tertulia, y la música suave de añosos boleros que le ponen el toque romántico. Más tarde, en un rincón de la sala, a media luz entre los reflejos de los lustrosos muebles de estilo, una pareja se esconde de las miradas.
         Cruzaron sus olores como lobos en celo, y apartándose de la manada, se aullaron suspiros reclamando venganza.
         Pedro Gómez y Carlota Peludero ¡Novios!
         Ambos rondaban los setenta y pico.
         – ¡Está dando frutos el refugio! -Se entusiasmaron algunos, aunque en voz baja, levantado el seño para ayudar a descubrirlos.
         Para otros hubo celos y desgarros, estaban a la vista. Algunas retiradas temprano con excusas que no cerraban eran un indicio, y la indiferencia y hasta alguna broma descolocada,  parecían ser el soporte para otros que no terminaban de aceptar sus fracasos.
         Pedro era el dueño de casa, nadie podría decir nada cuando llegue la hora de irse y él se quedara. Carlota, que se hacía acompañar por una vecina, con un simple guiño de ojo, la despachó a su casa.
         –Vieja de mierda  -murmuró por lo bajo- y salió a la calle a buscar un remiss que la devolviera a su casa sola y… ¿salva?
         Cuando la música completó sus giros, ya casi estaban solos. Los pocos “piernas” que quedaban, en pequeñas ruedas conversaban de bueyes perdidos; mientras gruesas gotas de lluvia en el tejado, a modo de aplausos, coronaban el éxito de los enamorados.
         –Muy bien, muy bien  -se despabilaron.
         –Ya nos vamos -dijo Ponce, el ferroviario.
“– Cuando las chamizas se encienden ¡no hay tronco que no arda! -apeló a sus reminiscencias-, y entre risotadas festejaron la broma.
         Quien sabe, si en ese mundillo de soledades, habrá un viernes cercano para otras almas que ansían un remanso donde ahogar el pasado.
         Son los solos de los viernes, viudos todos, que disparan a mansalva los últimos cartuchos de sus armas venidas a menos.
         En una pared del Zaguán: “Bienvenidos a esta casa. Sólo hay refugio seguro en el corazón del que ama”,  rezaba un cuadrito de madera con letras pintadas de blanco y dos ganchitos para colgar las llaves.
Euardo Albarracín

viernes, 13 de mayo de 2011

Poemaria


Álgido golpeteo de duros caracteres
pegan inclementes en el blanco de la página,
y  dedos sangrantes de inútiles esfuerzos
socaban surcos de palabras olvidadas.

Poemas de recia estirpe
soltando de los puertos sus amarras,
penetran en olas de espuma y viento
con su carga de palabras ahogadas.

Y en el crucero de los cuatro destinos,
Inciertos e implacables,
se abre camino entre la bruma de los siglos
una triste y casi ausente poemaria.

Tu nombre y mi nombre,
enrejados en epístolas  indescifrables,
claman por la libertad negada
entre suspiros de amores y nostalgias.

Ven, en esta noche crucial y ámame,
como en otras horas me amaras,
y deja, deja que mi boca te recorra
recuperando la memoria de tu carne.
Eduardo Albarracín

Búsqueda


Camino por el estrecho callejón del crepúsculo,
buscando los prismas del arcoíris,
y una brisa, añeja como la lluvia diluviana,
moja mi rostro con humedades de neblina.

Trato de rescatar el paisaje, difumado y laberíntico,
que se esconde detrás del  aquel velo níveo,
y me aferro, casi sin quererlo,
a las pesadillas de viejos sueños encontradizos.

De aquellos sueños que soñé en las noches,
en que mi alma, aún en primavera,
desafiaba las mezquindades que los años
van guardando en el baúl de las quimeras.

Y me llegó el ocaso…
Detrás de tanta búsqueda está el encuentro,
y en ese negoso momento de realidades espurias,
una  lágrima helada me recuerda que ya no soy el mismo.

Deja, me digo, que el arcoíris esfume sus prismas,
y que el estrecho callejón del crepúsculo se ensanche,
que siempre habrá detrás de toda búsqueda,
el dorado sueño de encontrar las trascendencias.
 Eduardo Albarracín

miércoles, 11 de mayo de 2011

Arte simple

Carlos canta en la ducha su canción favorita.
Estela, desde la cocina, lo acompaña con las tapas de las cacerolas.
El bebé en la cuna se hace caca, levanta y se pinta la cara.
En esta casa son todos artistas.

Eduardo Albarracín

martes, 10 de mayo de 2011

Noche de Gala


Una suave música, casi inaudible en medio de los rumores, inundaba el recinto. Los asistentes, vistiendo sus mejores galas, esperaban ansiosos el inicio de la velada.
En el palco, las damas más conspicuas de la sociedad abanicaban sus rostros y, los caballeros, de riguroso frac, hacían girar impacientes sus galeras entre los dedos.
Estaba por comenzar el concierto.
En el escenario, la orquesta sinfónica realizaba sus aprestos y algunos sones, dispares y escuetos, paseaban por el pentagrama.
Las luces provenientes de mortecinos velones, en difusiva retirada, parecían esconderse detrás de los crespones negros que colgaban del cortinado.
Era un dos de noviembre, las almas desterradas de los egoístas ricachones no querían quedar afuera del festejo y organizaron un solemne responso en honor a sus egos.
Eduardo Albarracín

domingo, 8 de mayo de 2011

Bebiendo sol



Aquí  estoy bajo el sol tenue del otoño,
guardando de sus  rayos las hilachas
para  rescatarlas cuando sea viejo

(Y me falte un poncho donde cobijar recuerdos)

Que seguramente vendrán
en tropel y sin miramientos
a rascar en las cicatrices

(que disimulen las heridas de mis huesos)

Entonces levantaré en alto
el pendón de todas las batallas,
reclamando el sol de tu presencia

(Y aullaré tu nombre como un lobo hambriento)

Aquí  estoy bajo el sol tenue del otoño,
bebiendo de sus  rayos un chorro
para abrigar mi alma cuando talen los silencios.
Eduardo Albaracín

Condición


Cayó la tarde y cayeron también las vendas.
Con los ojos límpidos pudieron ver sobre la mesa el pan partido y fragante, pero las manos que lo partieron habían desaparecido. Después de sentir el corazón en llamas, salieron corriendo a dar la noticia:
-      -   Un forastero encontradizo que se sumó en el camino, nos habló de Dios y de que era cierto todo lo que se dice.
 Ahora no caben dudas, para ser peregrino hay que tener los ojos bien abiertos.

viernes, 6 de mayo de 2011

Antítesis

 (Imágen tomada de la web)

Era su última visita al médico. Ya estaba harta de escuchar siempre lo mismo: No ovulas.
Y ella desesperadamente buscando y buscando, al extremo de ya no sentir placer al hacerlo.
El último hombre violado se fue con sus genitales sangrando.
Con la angustia clavada como aguijón en el centro del pecho, se preparaba para recibir un nuevo no rotundo, pero esa vez sería diferente: Estaba embarazada.
El diablo había hecho de las suyas. Si todo sale bien, el bebé nacerá la próxima noche mala.
Eduardo Albarracín

Desiderata Otoñal


Digo
         palabra,
                          piel,
                                     beso,
y un sinfin de poemas escuetos
vibra en el eco de cada adagio,
rompiendo con inaudible estridencia
la mudéz de todos los silencios.

Digo
          Luna,
                        pájaro,
                                      océano,
y tu cuerpo temblando en el abrazo,
musita los sones de antiguos versos
pegados al oído en aquellas noches
de sueños y nostalgias


Digo
           luz,
                    camino,
                                    espejo,
y hay una estrella que llora
sobre la piel del cielo,
ahondando las distancias
más allá de todos los recuerdos.

Hoy he vuelto para decirte que aún te amo
y que te amaré por siempre,
hasta que el vientre azul del tiempo
preñado de olvidos,
escriba sobre el ocre de mis hojas marchitas
su indescifrable epitafio.
Eduardo Albarracin

miércoles, 4 de mayo de 2011

Instintos




                Hacía mucho calor. Ese denso y sofocante ambiente poco acogedor de sala de espera de un desprolijo hospital público, era un caldo de cultivo de bacterias de todo tipo que se entremezclaban con el dolor humano frente a lo imprevisible. Mas que un espacio para esperar ser atendido, era el muro de los lamentos de los pobres y excluidos que buscaban un placebo.
                Carlota, con su hijo en brazos, dormido y aún con fiebre, cambiaba a cada rato el pañuelo mojado sobre la frente del santo inocente. No esperaba, desesperaba y temía que le vuelvan las convulsiones. Roberto, un padre ausente, fumaba en la puerta del edificio mirando la calle solitaria de esa siesta bochornosa de Diciembre.
                Antonio, el médico, no daba abasto en su lucha contra la pobreza, la ignorancia y la falta de higiene. A pesar de la transpiración que le incomodaba, se ceñía la chaqueta para convencerse que no estaba tan gordo como decían, aunque el culo le sobresalga como medio metro dejándole el cintillo a media espalda.
             – Que pase el que sigue –dice, sacando la cabeza por la puerta entreabierta. 
Carlota entra como un rayo zamarreando a su hijo para despertarlo. Roberto lo hará después, casi a desgano.
  ¿Desde cuando tiene fiebre el chico? – preguntó Antonio
            – desde el martes.
            – Pero hoy es jueves, ¿por qué no lo trajeron antes? 
Hubo silencio y miradas cruzadas que denotaban culpas ajenas.
            – ¿Se alimenta?
            – Poco, casi nada –responde Carlota.
            – Qué poco les importan los hijos. Ser pobre no es lo mismo que ser sucio. Este chico tiene sarna.
            – Deben ser los perros   -responde Roberto.
Antonio los mira a ambos y les extiende las indicaciones al tiempo que hurga unas cajas buscando algunos remedios.
           –Vayan a bañarlo con abundante agua y jabón blanco, de ese de lavar la ropa, y lo acuestan desnudo que le de el aire. No lo abriguen  -les aconseja. 
Y ambos salieron cabizbajos. Carlota apenas si podía contener las lágrimas. Roberto masticaba su odio.
A la vuelta, por los estrechos senderos calcinados y relucientes que obligaban a entrecerrar los ojos, apenas sombreados de tanto en tanto por algunos jumes obstinados, el silencio iba de a poco inflándose hasta estallar en insultos.
          –  Perra de mierda, ese hijo tuyo que pretendes hacerme creer que es mío, me está quitando la  poca plata que gano. 
Y un par de pasos más adelante, la tomó de los pelos y haciéndola girar, le pegó una trompada en la boca tirándola al suelo.
El niño, desprotegido de toda protección humana, sin culpa ni cargo, se retorcía en el suelo después del golpe que derribó a su madre y que lo tiró también a el por los aires.
Ciego Roberto lo alzó en sus brazos y salió corriendo hasta llegar al borde de la barranca;  desde allí  lo arrojó al río y se sentó a esperar a Carlota para darle un destino semejante.
Pero la mujer no llegó hasta que se hizo muy tarde y creyéndola muerta, se envolvió en el poncho de la noche y desapareció en el monte. 
En la policía del pueblo, Carlota con su hijo en brazos, exhaustos y empapados, ponían la denuncia por intento de homicidio y buscaban poner a salvo sus vidas.

martes, 3 de mayo de 2011

Vive y ama



Manso reflejo de cielo
adormecido en infinito letargo ,
serena la doliente soledad 
del corazón humano
y sirve una poción de paz
que pueda  beberse de a sorbos
en el cuenco azul de las manos.
En el ciclo vital de la existencia,
la nieve de los años peinará tu cabellera
y es sutil, como la brisa mañanera,
el suspiro del alma en tales circunstancias
Una mirada al ayer sin culpas y sin penas
elevará el espíritu del poema
que tienes guardado en lo secreto,
y en esa cascada de sones, la braza del amor se volverá  fuego.
Así es el camino, pausado y efímero derrotero.
Senda de luz y a los lejos, tu rostro y mi rostro
volviendo a la tierra.
Por eso, vive y ama, ama y vive.
De  vivir y amar no te prives.
Busca en el infinito  diapasón del viento
tu eco sin olvido, y ten por seguro
que en el último aliento,
un destello de luz inundará el universo.
El tuyo, el mío, el nuestro.
Vive, que para morir hay tiempo.
Y mañana, cuando la nueva aurora despierte;

tus sueños y mis sueños se fundirán en uno
más allá de todos los silencios;
 y un nuevo sol, estrella augural del infinito,
partirá para nosotros el cielo.
Eduardo Albarracin

lunes, 2 de mayo de 2011

Capitulación




De lejos me llega el aroma de tu pelo,
ennegrecida noche de cascadas taciturnas,
que rodeaban mi hombro bajo la luna
en aquellos tiempos de azahares encendidos.
Ahora mis manos que imploran tu regreso,
acarician las sedosas arenas de nuestras playas,
de aquellas vastedades inconclusas
en que perdíamos de a ratos la calma,
para entregarnos a la pasión y al delirio.
De amarnos sin códigos y sin banderas.
¡Qué bien se pierde la vida!
Entre tus brazos de enamorada.
Mátame una vez más, que otra vez me atraviese
 el filo ardiente de tu espada,
y que la sangre caliente de tu victoria
termine de germinar  la rosa visceral de tus entrañas.
Eduardo Albarracín