(Imagen de la web)
Por el inhóspito devenir de la locura,
mis ojos van buscando tu rostro
en el cauce atronador de las ausencias.
Extraviado en ese desierto convulso
que desconoce la angustia que me oprime,
me descubro solo
entre una maraña de miradas inciertas.
Solo entre el maremágnum inconsciente,
de seres sin rostro y sin sonrisa,
que se atreven a buscar la vida
en el mismísimo atolladero de la nada.
Vana geografía de ciudad sin alma,
sin contornos y sin límites,
fundada en el paradigma
de una modernidad vetusta,
que se gloría de ser sin ser eso mismo que soñara.
En su porfía se adueñó de los gritos
para ser ahora una masa de bocas calladas,
de anónimos transeúntes mundanos
que corren tras las utopías tratando de alcanzarlas.
Quizá mañana, en la geografía que viene,
un solitario poeta, heredero de la palabra,
descubra un mundo nuevo
extendido en la otra orilla de la cosmogonía humana.
Eduardo Albarracín
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