HOLA AMIG@

Amigo de las letras y de los sones que ellas encierran, agradezco tu presencia en esta sinfonía de palabras, que sólo enmudecen para escuchar tu silencio. El precioso silencio de quien disfruta de la lectura. Te dejo mis versos y mis cuentos, para que vayas despacio, hacia tu propio encuentro.

lunes, 13 de junio de 2011

Sospechas


Una luna imprecisa se filtraba de a ratos por la trama vegetal del frondoso árbol.  Abajo, en un banco de plaza, solitario y desvencijado, los enamorados se retorcían en abrazos confusos, entre labios mordidos y manos que intentaban penetrar zonas inhóspitas, enredadas entre la falda y el escote de la blusa. Como siempre pasa, es cuestión de insistencia.
Inmóvil, como una sombra más entre los arbustos del parque, Amancio Pérez, el policía de la ronda nocturna, esperaba.
Cuando la recia batalla cedió a la entrega y las ropas de a poco se fueron apilando en el suelo,  Amancio soltó el huracán contenido en sus pulmones para soplar su silbato y los cuerpos relucientes bajo la luna, que ya se había animado a brillar a pleno, eran dos relámpagos que fulguraban detrás de los árboles buscando refugio.  
¡Habrase visto, carajo!, le dijo el policía a su hija que temblaba de frio.

Eduardo Albarracín

domingo, 12 de junio de 2011

Mi viejo (homenje a los padres ancianos)



No hay preguntas, solo hay respuestas,
abriéndose paso a borbotones
entre los latidos que esconden
en sus vainas los cuchillos.

No le caben en el pecho
por eso en las manos se aprietan.
Sus ojos buscan lejanías inciertas
y en la flora agreste se lamenta
la herida que anda suelta.

Qué río dejará su cauce vacío de piedras
para dar al que pasa un sendero,
será su garganta un grito eterno
llamando a la luna que una noche cayó en su lecho.

La tarde, azul entre dos cielos,
camina despacio midiendo la hendija estrecha,
para quedarse dormida entrelazando ausencias
acunadas por los años en las canas de mi viejo.
 
Es entonces cuando acude en apuros la historia
para robarle la noción del tiempo.
Edurdo Albarracín

jueves, 9 de junio de 2011

Hechizo

Imagen de la web

El hombre, exteriormente poco agraciado, vivía y sufría su fealdad como una oscura obsesión que lo atormentaba. Cada noche, cuando la angustia retornaba a su pecho como si se tratara de la guarida de un lobo hambriento, se paraba frente al espejo a contemplar su desventura. Un impulsivo rechazo hacia su persona, lo obligaba a exhalar aliento sobre el vidrio hasta ocultar su rostro detrás de una mancha húmeda, que dejaba correr algunas gotas semejantes a lágrimas. Cuando eso ocurría, el espejo le traspasaba el cuerpo y le reflejaba el alma, blanca como un capullo de nieve, que le latía al unísono con el corazón inflamado de ternura. Luego entraba en trance y se veía bello. Esa era la forma que quería verse siempre, sin necesidad de esforzar su mente al extremo de agotar sus energías.
Cierta noche, alimentando la porfía de sus deseos, el corazón se le envolvió en llamas y el alma se le tornó transparente. El espejo estalló en ciento de prismas que, como púlsares tornasolados, iluminaron la noche mientras acompañaban al feo en su vuelo nupcial hacia la luna. Allí lo esperaba el basilisco.

Eduardo Albarracín 

Linyera



Por la callecita larga de mi pueblo
deambula tu figura callejera,
presa de todos los olvidos
pero libre de ataduras, linyera.

Poco conocen tus manos
el cansancio de la faena,
pero mucho saben los caminos
del dolor de tus penas.

Tienes el alma marchita
y en cada rincón una queja
que el silencio de tu boca esconde
en el vértigo azul de la promesa.

Ya sé, no me digas nada,
fue el amor que un día
te excluyó de sus primicias,
y  en el reboleo de sus sombras…
te arrebató la vida.

Eduardo Albarracín

miércoles, 8 de junio de 2011

La otra dimensión

El sinuoso camino lo había tensionado, así que decidió pasar la noche en un hostal que había al pie de las sierras.
Una atractiva recepcionista lo recibió amablemente y lo acompañó hasta su habitación.
-Si necesita algo, llámeme  –acotó.
-Gracias  –respondió.
Se miraron fugazmente y bajaron la cabeza.
La noche serena y el ambiente acogedor le resultó un bálsamo. Al día siguiente, bajó pensando encontrarse con la recepcionista, pero no estaba; volvería a la tarde. Decidió quedarse;  había quedado flechado por esos ojos color miel.
Pero a la tarde no llegó. Vino una señora mayor.
-Esperaba que viniera la joven de anoche –dijo él.
-¿Anoche? –preguntó ella
-Sí, la joven que me recibió cuando llegué.
-Anoche no hubo ninguna joven aquí –replicó ella–, estuve yo y tampoco hubo pasajeros.
Confundido, se sentó en el sofá y tomó el diario para echarle una ojeada. El título decía: “Cae camioneta en cuesta de Calazán. Se desconocen las causas. Hay un muerto. El vuelco sucedió en el mismo lugar donde días atrás falleciera una joven turista al desbarrancarse su automóvil”.
Estremecido miró hacia la recepcionista y vio que la joven, parada detrás del mostrador, le sonreía amablemente.

Eduardo Albarracín 

lunes, 6 de junio de 2011

Oficio


Cuando el Odontólogo del Equipo Forense tuvo que reconocer el cuerpo por sus piezas dentarias, supo al instante de quien se trataba: Esa dentadura con puente de platino, el occiso, nunca había terminado de pagarle.

 Eduardo Albarracín

Viejos conocidos

(Imagen de El Liberal de Sgo. del Estero)
 La roca estaba siendo exhibida con gran éxito. Su edad se calculaba en 200 millones de años, pero lo curioso era que a todo el mundo le resultaba conocida.
Así fue que se concluyó que el hombre tropieza siempre con la misma piedra.

Eduardo Albarracín