Por la callecita larga de mi pueblo
deambula tu figura callejera,
presa de todos los olvidos
pero libre de ataduras, linyera.
Poco conocen tus manos
el cansancio de la faena,
pero mucho saben los caminos
del dolor de tus penas.
Tienes el alma marchita
y en cada rincón una queja
que el silencio de tu boca esconde
en el vértigo azul de la promesa.
Ya sé, no me digas nada,
fue el amor que un día
te excluyó de sus primicias,
y en el reboleo de sus sombras…
te arrebató la vida.
Eduardo Albarracín
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