Tus manos suaves
atrapan la tarde con premura.
¡Has perdido el sosiego!
Déjala que se vaya,
tu quédate.
Deja que la noche eche aldabas
a las puertas
y que se quede ahí, a fuera,
velando hasta que amanezca.
Tu quédate, no te vayas.
Deja que los sueños
abran sus flores
y esparsan sus aromas,
no obligues a las horas
a viajar con tus lejanías,
no hay apuro;
la vida es demasiada sed
para tan poca agua.
Abre tu cántaro esta noche
para que la lluvia inunde nuestro lecho.
Quédate, no te vayas.
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