esa suave tersura de tu mano
entrelazada a la mía junto al mar;
cuando caminábamos,
despreocupados,
mirando más allá del por venir.
Tus dedos dibujaban
los pájaros al atardecer
en mi palma estremecida de placer,
y una honda sensación de paz
impulsaba mi boca sobre tu boca
a beber la sal
que el viento dejaba al pasar.
Esta noche viene a mí,
esa loca aventura de soñar
caminando junto al mar.
Tal vez, alguna vez,
conozcamos de nuestras bocas
el sabor de la sal
y entrelacemos nuestras manos
cuando los pájaros vuelvan al atardecer.
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