(Ilustración tomada de Internet)
Bebió todo el whisky que quedaba en la botella. Al ritmo de la música que giraba en la compactera, se fue quitando la ropa y contoneaba su figura mientras se acariciaba el pecho. Cuando quedó totalmente desnuda, la luz de la luna le bañaba el cuerpo en ondas de nácar y, extendiendo sus brazos, salió volando por la ventana.
A la mañana siguiente, muy temprano, un campesino la levantó herida; se había enredado en los cables de alta tensión y caído al suelo. Por el anillo que tenía en su pata, supo que era mensajera.
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