Pedazos de sol atascados
en el laberinto crepuscular del otoño,
disparan sonetos en fuga
musicalizando la agonía de la tarde.
Con suave voz de diminuta armonía
eleva el angel su letánico villancico,
mientras, plañideras y dolientes,
titilan a los lejos las estrellas.
Canción de cuna para el cansado labriego
que duerme sus horas como una lenta agonía.
Pide pan al surco de la tierra
y agua fresca al manso arroyuelo.
Esas son todas sus pretensiones.
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