Atardece delante de mis pasos.
Detrás de ellos viene mi ayer
y más atrás el proyecto que fui,
con las alforjas llenas
de ilusiones descuartizadas.
La ceniza de los surcos
arrasados por el estío
es un maná que acaece
con el viento norte a quemarropa,
devorando los versículos de mi historia.
Me siento un árbol devastado
en la soledad del bosque que ha sido
y un pájaro con raíces de piedra
en la oscuridad de los socavones,
ahora, de oro vacíos.
Atardece la vida
y el coral del crepúsculo
anticipa la despedida,
río abajo resuenan las trompetas
agoreras del apocalipsis
con la sal pegada a la lengua
que una vez fue poesía.
Surco piedra árbol y nido
pájaro hacha y río,
apocalipsis reescrito
en las venas cansadas
de una sangre que primero fue fuego.
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