En el silencio oblícuo
que la noche traza
con su mudéz de infinitos,
mi voz perpleja
de sueños truncos
arrebata estrellas de ceniza.
que la noche traza
con su mudéz de infinitos,
mi voz perpleja
de sueños truncos
arrebata estrellas de ceniza.
Nada ha quedado
de aquella hoguera
que suave ardía en tu grito,
cuando la prisa de las horas
desmoronaba relojes
de arenas movedizas.
de aquella hoguera
que suave ardía en tu grito,
cuando la prisa de las horas
desmoronaba relojes
de arenas movedizas.
Silencio y grito;
tu boca ardiente
y mi fuego lento
quemando recuerdos inertes.
La cruz del sur es apenas,
una sombra que pasa.
tu boca ardiente
y mi fuego lento
quemando recuerdos inertes.
La cruz del sur es apenas,
una sombra que pasa.
E.A.
poemas sin sal
poemas sin sal
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