Estaba yo parado
a la vera del camino.
Sin sur y sin norte
mi desgraciado destino,
hasta que apareciste tú;
brújula incierta de inciertos rumbos.
Me aferré a la escuálida figura
de tu magnética sombra,
y una luz de ocaso
me mostró de dónde
saldría la lumbre
que iluminaria mi vida.
Derrotero de noches inciertas,
rayo sutil de vano lucero
persiguiendo la penumbra;
y al final del recorrido tus brazos,
en la dulce cruz de la santa espera
haciéndome tuyo.