Que no me falte tu boca
cuando mi eco no retorne,
cuando el minuto postrero
entre las cenizas del ocaso se esconda,
sin que yo pueda pronunciar tu nombre
para darte la razón de mis amores.
Que no me falte tu nombre
adherido a mi boca,
cuando la sed me baste
para encender las lumbres
de tus ojos en penumbra ,
y llamarte al umbral de tus balcones
para apagar la vieja sed de amarte.
Que no me falte tu nombre,
que no me falte tu boca
que no me falten.
¡Muy bueno, amigo! Un abrazo, amigo.
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