En esta noche de convergencias
tengo, en el punto nodal
de mí existencia,
el corazón a mano abierta.
Como una rosa otoñal
abre sus desgarrados pétalos;
y palpita en el crepitar de su fuego
al ritmo sutil de su cansado aliento.
Ya es invierno en mí alma;
y quiero que lo sepas:
nada ha cambiado mis sentimientos,
pero el frío de la noche acecha.
Y convergen como flechas
desde flancos distintos,
los filosos recuerdos que terminaron
por vencer mí resistencia.
Me entrego. Sin vacilaciones.
No sin antes decirte que aquel fuego
que una vez encendimos, aún arde
en la fragua de mí pecho.
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