Por la ancha avenida
del amor,
entre brillos y sombras,
pasean los amantes.
Las viejas vías del tren
corren inmóviles
a su lado.
El silencio,
con un manojo
de llaves,
abre al azar
las puertas
del vecindario
por donde ojos
sin miradas,
adivinan el paso
de los amantes.
Son sombras
fundidas y silentes
que caminan
sin tocar el suelo,
mientras sus bocas
selladas por un sólo beso
despiertan las fragancias
de las magnolias.
Los pinos altivos y curiosos,
miran desde arriba
el mortecino brillo
de los cirios entre las cruces
de aquel osario.
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