Lento se consumen los leños
en el hogar de piedra.
El humo trepa
por su espiral de sueños
hacia la noche
partida por la luna.
El
perro ladra.
No le importa distinguir
el color de las llamas,
sólo le inquieta la flecha
que mi ojos disparan,
errática
y callada.
Pobre fuego, pienso,
debe ser triste no tener un perro que le ladre.
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