La brisa helada
golpea mi mejilla derecha
y yo le ofrezco la
otra.
Es un ritual donde el
cielo me regala su manto
y yo le devuelvo el
gesto arrojando mi capa
sobre el suelo
helado. A merced del viento.
Invierno.
Es la latitud de la esperanza.
Todo duerme,
sin embargo una
sinfonía de trinos
no se priva de los
elogios
y suena, resuena,
sueña.
Sabe que la primavera
también descansa
acurrucada en las
raigambres
donde anida la vida
nueva. La de mañana.
La que reventará en
pimpollos
cuando el sol se
quite la manta.
Frío. El humo de las
bocas abiertas
expresa el asombro.
La belleza es un
canto y canta,
Ora con silenciosas
plegarias
agradeciendo la
virtuosa conjunción
del amor y el amante.
Dichosos mis ojos que
pudiendo ver, ven;
y mis oídos que
pudiendo oír,
prefieren el silencio
que se acurruca en el alma.
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