En esta noche
de soledades imprecisas,
un grito ahoga su furia
en los escondrijos
más profundos
de la herida.
Una voz, un susurro,
un aliento, apenas,
es el botín de guerra
de un corazón que
extravío la llave
que abre el arcón
de los olvidos.
Es preciso
recordar ahora,
que ayer éramos viento
que rompía las olas
en las playas
que tapan los abismos,
donde enterramos
lo que tal vez nunca fuimos.
Hoy la soledad tiene motivos
para ocultar en su seno
a los hijos del destino
que quedaron sin puerto.
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