cuando la luz inunde mis tardes
y la lluvia sea la alfombra de mis pies descalzos;
en el umbrío sueño del bosque dormitará mi nombre.
Y tú, en vana búsqueda tras mis pasos,
hurgando los huecos del silencio calmo
quieras robar una sola de mis palabras;
no encontrarás nada, porque nada será mi sombra.
No te aflijas, entonces, ni te duelas en vano,
yo anuncié el toque y dibujé los ángeles
que tocarán para mí las trompetas;
y estaremos juntos en las flores y en los pájaros.
Y ya nadie podrá retener mi vuelo,
ni siquiera el poema garabateado en el marmol,
cuando la noche inútil busque pretextos
para escribir para mí el mejor de los epitafios.
No te aflijas entonces, sólo recuerda que te amo.
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