Como jazmín del aire
abrazado a tu cuello,
en sutiles tramas,
en enredados juegos;
con el trino de los pájaros en celo
y un río devorador de piedras
socavándome el pecho.
Con la forma inacabada
de perfilados sueños,
la tarde dibuja
suspiros y besos,
sobre la blanca arena
de tus dunas traviesas,
y un manto de suave rocío
cubriendo nuestra vergüenza.
Pudores imprecisos,
infundados miedos,
la libertad de los amantes se juega
entre la vida y la muerte,
como osados guerreros
que desmerecen lo ajeno.
Como jazmín del aire
abrazado a tu cuello,
he de morir prendido al árbol
para reivindicar la savia
de los amantes eternos.
Eduardo Albarracín
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