De lejos me llega el aroma de tu pelo,
ennegrecida noche de cascadas taciturnas,
que rodeaban mi hombro bajo la luna
en aquellos tiempos de azahares encendidos.
Ahora mis manos que imploran tu regreso,
acarician las sedosas arenas de nuestras playas,
de aquellas vastedades inconclusas
en que perdíamos de a ratos la calma,
para entregarnos a la pasión y al delirio.
De amarnos sin códigos y sin banderas.
¡Qué bien se pierde la vida!
Entre tus brazos de enamorada.
Mátame una vez más, que otra vez me atraviese
el filo ardiente de tu espada,
y que la sangre caliente de tu victoria
termine de germinar la rosa visceral de tus entrañas.
¡Hermoso, Eduardo! Muy bueno, me encantó. estamos en contacto
ResponderEliminarGracias por tu comentario Millz.
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