Camino por el estrecho callejón del crepúsculo,
buscando los prismas del arcoíris,
y una brisa, añeja como la lluvia diluviana,
moja mi rostro con humedades de neblina.
Trato de rescatar el paisaje, difumado y laberíntico,
que se esconde detrás del aquel velo níveo,
y me aferro, casi sin quererlo,
a las pesadillas de viejos sueños encontradizos.
De aquellos sueños que soñé en las noches,
en que mi alma, aún en primavera,
desafiaba las mezquindades que los años
van guardando en el baúl de las quimeras.
Y me llegó el ocaso…
Detrás de tanta búsqueda está el encuentro,
y en ese negoso momento de realidades espurias,
una lágrima helada me recuerda que ya no soy el mismo.
Deja, me digo, que el arcoíris esfume sus prismas,
y que el estrecho callejón del crepúsculo se ensanche,
que siempre habrá detrás de toda búsqueda,
el dorado sueño de encontrar las trascendencias.
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