Ve por la tristeza que tienes guardada
y échala al fuego para que arda.
En el intenso carmesí de las llamas,
imagínate el despuntar del alba
y en el celeste brumoso que emana
del fuego su flama,
imagínate el cielo extendido frente a tu mirada.
Sólo esa basta,
para tener el cielo en tu mirada
y un nuevo día acariciándote el alma.
Sánate
encuentra en el calor del fuego
la tibieza de las manos que amas,
el grito apagado del amor que te llama
y el eco de esa voz querida que aún te suena lejana.
Sánate
que más allá de los solitarios momentos
que la rutina entreteje en lágrimas,
hay un voz que discurre en la eternidad de tu alma
y es el mandato de Dios que te dice…
Sánate.
Que tú puedes lograr esa preciosa hazaña.
Eduardo Albarracin
Este poema tuyo, Eduardo Albarracín, no sé por qué, me ha dejado una rara sensación en el cuerpo y un dejo de tristeza en el alma.
ResponderEliminarAbrazo, amigo.